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Ética y dianoética del desarrollo humano

Actualizado: 8 ene 2023



La ciencia económica no es la única profesión con vicios intelectuales, aunque ciertamente existen. De entre los vicios que ha mencionado la literatura de la sociología de la economía (para una buena síntesis al respecto, ver Kirchgaessner (2005)), posiblemente uno de los de mayor consecuencia sea el involucramiento en áreas científicas que no son de nuestra directa competencia.


Los economistas hablamos de salud, de educación, de discriminación racial, de democracia, de historia, de juegos de azar, de cultura y de filosofía. Pareciera que hoy poco escapa a nuestro análisis. Uno de los problemas de esta megalomanía disciplinar es la aplicaci[on del razonamiento económico y las útiles enseñanzas de la ciencia económica a dimensiones humanas que van más allá de las discusiones que los economistas normalmente mantenemos. Quienes piensan que la extrapolación puede hacerse de forma no problemática, podrán saber que hay una gran cantidad de elementos omitidos en el análisis que los economsitas podemos hacer en otros campos del saber. Pues la ciencia económica simplemente no se hace ciertas preguntas que en otros campos sí se hacen, preguntas para las cuales la ciencia económica no ofrece respuestas.


Esto es lo que ocurre cuando se habla de progreso y desarrollo. La filosofía del progreso tiene raíces en la historia antigua de la humanidad. Y no solo la idea de progreso es muy anterior al surgimiento de la economía como ciencia, sino que el mismo ideario de progreso ha sido postulado de muy diversas maneras.


La idea de progreso y desarrollo no siempre ha contenido una esencia económica. Muchas filosofías hablan del progreso humano como un progreso moral; otras hablan de un progreso espiritual o cultural; otras, por supuesto, defienden un progreso técnico; otras, un progreso científico. La idea de progreso no se agota en la interpretación que la economía puede hacer de lo que sería un progreso económico (o en el lenguaje de hoy, un desarrollo económico).


Si se entiende lo mismo el progreso que el desarrollo, para entender mejor la noción actual de progreso es útil mirar entonces la genealogóa conceptual del término "desarrollo", específicamente del "desarrollo económico". Si bien el concepto de desarrollo económico como tal puede encontrarse a principios del siglo XX en el Pacto de la Sociedad de las Naciones y el Tratado de Versalles, es desde el término de la 2ª Guerra Mundial que la idea de desarrollo económico toma mayor fuerza (y también su homóloga, el subdesarrollo económico). A esto sigue el cuestionamiento que empieza a tener lugar en las décadas de los ’70 y ’80. Pues es evidente casi para cualquier persona que los intereses humanos no se agotan en los intereses económicos estrechamente definidos. Surge así, a principios de los ’70 y en el seno de las Naciones Unidas, el concepto de desarrollo humano. Del desarrollo económico de principios de siglo se llega al desarrollo humano, a finales de siglo, como un proceso que involucra el aspecto económico pero que no se agota ahí.


Sobre el concepto de desarrollo humano pueden decirse varias cosas. Primero, que existen y han existido múltiples definiciones del término. Una de las más difundidas es la que en 1990 postularía el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) a partir de la conceptualización que Amartya Sen hace de las capacidades: "el desarrollo humano es un proceso de expansión de las posibilidades de elección de la gente" (UNDP, 1990).


Por otro lado, la teoría de Amartya Sen ha recibido también fuertes críticas desde mediados de los '80, siendo una de las más connotadas la de la filósofa Martha Nussbaum. Nussbaum acusa una “falta de radicalidad” en la propuesta de capacidades al decir que el concepto de desarrollo no define un bien objetivo, dejando al criterio de cada persona el buscar lo que deseen. Apoyándose en una filosofía aristotélica, Nussbaum recuerda que el bien humano no instrumental, es decir, aquello que los seres humanos queremos por sí mismo y no como medio para otra cosa, es lo que los antiguos griegos llamaban eudaimonía, que hoy podríamos traducir como bienestar, felicidad o autorrealización. Y que en ese fin, la razón práctica y la virtud juegan roles fundamentales. Según la interpretación aristotélica de Nuusbaum, no sería correcto considerar las libertades como fin último del desarrollo, como lo hacen Sen y el PNUD. La pregunta fundamental, según Nussbaum, sería libertades para qué. La respuesta aristotélica sería libertades para llevar una buena vida, para tener un "buen vivir", para ser feliz.


Martha Nussbaum, sin embargo, nunca fundamentó la noción de desarrollo humano en una interpretación aristotélica. Y, si bien supo identificar a la eudaimonía o felicidad como el fin último del desarrollo, no clarificó cómo se alcanzaba esta felicidad.


Justamente esto es, parcialmente, lo que se intenta en un nuevo artículo publicado en la revista Ethika+ del Centro de Ética Aplicada de la U. de Chile. Clarificar cómo una interpretación de la ética aristotélica puede insertarse en una reflexión sobre el significado del desarrollo humano. En esta interpretación aristotélica del desarrollo humano, una ética del desarrollo consistiría en hacer surgir la virtud ética en los asuntos relacionados a los placeres y los dolores, y a las emociones y acciones humanas, de modo que las personas puedan distinguir cuáles son los objetivos que valen la pena conseguir de forma no instrumental (como la felicidad), y cuáles de forma solo intrumental (como el dinero). La virtud ética, afirma Aristóteles, nos da ese poder para percibir los objetivos que valen la pena, y no perdernos en objetivos secundarios como el poder, el dinero, o el placer (Aristóteles afirma una filosofía anti-hedonista).


Por otro parte, una dianoética del desarrollo sería, en última instancia, el desarrollo de esa parte de la mente o alma humana (psyché) que posee la razón de forma activa, que proporciona los medios racionales para ejecutar las acciones que llevan al bienestar y la felicidad, y también, la parte que permite adquirir el conocimiento y la intuición. La dianoética se complementa con la ética, siendo ambas necesarias para avanzar en el desarrollo humano.


Esta interpretación aristotélica del desarrollo otorga, así, un lugar fundamental a una ética para el desarrollo humano, no pudiendo estar la reflexión ética separada de la reflexión sobre el desarrollo.


La interpretación que el artículo ofrece encuentra eco en lo manifestado por otros filósofos del desarrollo, especialmente la propuesta de una ética del desarrollo de Denis Goulet, en el sentido de que no puede existir desarrollo sin reflexión ética.


Finalmente, ¿cómo se avanza en la incorporación de la ética en la práctica del desarrollo? El artículo da algunas luces a partir de la teoría aristotélica: la política, la economía, la educación, la amistad, la costumbre y la legislación son medios para desarrollar la virtud ética y dianoética, convirtiéndose estos elementos en aliados que pueden ser tenidos en cuenta a la hora de problematizar y abordar los desafíos que hoy enfrentamos en el proceso de desarrollo.


Referencias

  • Correa-Mautz, F. (2021). Los medios para el desarrollo humano: Ética y dianoética del desarrollo. Ethika+, 3, 19-40.

  • Goulet, D. (1965). Ética del Desarrollo. ESTELA-IEPAL.

  • Kirchgaessner, G. (2005). (Why) Are Economists Different? European Journal of Political Economy, 21(3), 543-562.

  • UNDP (1990). Human Development Report 1990. Oxford University Press.


*Por Felipe Correa, economista, magíster y doctorante en filosofía por la Universidad de Chile, actual coordinador de la Escuela Latinoamericana de Estudios del Desarrollo (ELADES).

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